La tensión entre Estados Unidos y Venezuela alcanzó un nuevo punto crítico con el despliegue de tres destructores estadounidenses en el mar Caribe, a escasas millas de la costa venezolana, mientras la administración de Donald Trump endurece su ofensiva política y judicial contra el presidente Nicolás Maduro y su entorno más cercano.
Según fuentes del Pentágono, los buques USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson forman parte de una operación de gran escala contra el narcotráfico en la región. Washington acusa directamente al régimen venezolano de encabezar el llamado “Cártel de los Soles”, una red de tráfico de drogas transnacional en la que, según el Departamento de Justicia, estarían implicados altos mandos militares y funcionarios del gobierno de Maduro.
Desde la Casa Blanca, Trump reiteró que su gobierno no dará tregua: “Nicolás Maduro y su séquito han convertido a Venezuela en un refugio del narcoterrorismo. Vamos a llevarlos ante la justicia”.
La ofensiva incluye no solo el despliegue naval, sino también un incremento de la recompensa a 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Maduro. Asimismo, varios miembros de su círculo íntimo, incluyendo ministros y generales, enfrentan cargos en tribunales estadounidenses por conspiración para introducir toneladas de cocaína en territorio norteamericano.
El gobierno venezolano denunció la presencia militar estadounidense como una provocación y ordenó el despliegue de tropas y milicias en zonas estratégicas del país. Maduro, en cadena nacional, afirmó que “Venezuela no se rendirá frente a las amenazas del imperialismo” y llamó a la unidad de sus fuerzas armadas para defender lo que calificó como “la dignidad y soberanía nacional”.
El avance de buques norteamericanos hacia la región no solo eleva la tensión diplomática, sino que también genera inquietud en países vecinos como Colombia y Brasil, que siguen de cerca la situación. Analistas internacionales advierten que este pulso podría convertirse en el momento más delicado de la relación entre Washington y Caracas en la última década, con el riesgo de un choque militar que tendría consecuencias directas en toda América Latina.
Mientras los gobiernos se enfrentan en discursos y maniobras, millones de venezolanos siguen viviendo una crisis humanitaria marcada por la migración, la inflación y la falta de servicios básicos. Para muchos, la presencia de buques estadounidenses y las acusaciones de narcotráfico contra sus líderes representan un nuevo capítulo de incertidumbre, donde la esperanza de justicia se mezcla con el temor a un conflicto mayor.