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Juzgando las hojas de higuera

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Por: Dilcia Dun.

Entonces Jehová Dios formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente (Génesis 2:7). Hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Será llamada “Mujer”, porque del hombre fue tomada (Génesis 2: 21,23). Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban (Génesis 2:25).


Al principio, el hombre y la mujer no se percataban de su desnudez, porque aún no habían sido manchados por el pecado, más cuando “fueron abiertos los ojos de ambos” (Génesis 3:7) tras desobedecer a Dios y comer del fruto prohibido, se percataron de su cuerpo descubierto, y “cosieron, pues, hojas de higuera y se hicieron delantales”.


A lo largo de la historia, la ropa ha variado constantemente, siendo diseñada en épocas antiguas con características relacionadas al clima: viento, lluvia, sol; los materiales disponibles, que en su mayoría eran adquiridos a través de los animales y sus pieles; clases sociales (en la edad media los reyes y personas influyentes poseían vestuario finos y muy elaborados que causaban distinción de la plebe); y, actualmente, varía según la moda, los estándares dominantes promovidos por los medios de comunicación, que hacen que vestirse, se convierta en idolatría. ¿Por qué considerar esta premisa?


Hagamos un breve análisis de algunas piezas de ropa que han marcado tendencia en la historia de la humanidad, guiándonos con información mostrada en Wikipedia.

La camisa


Es una de las prendas favoritas en el armario del hombre desde hace muchísimo tiempo. Fue a finales del siglo XIX en Inglaterra donde se tiene registro de la primera camisa con una larga fila de botones.
Las camisas en un principio se ponían por la cabeza, como si de una camiseta se tratase, pues en un principio fue considerada como ropa interior. Como tal se ponía debajo de otras prendas para lucir únicamente el cuello que tenía. Aún hoy en día es protocolo no quitarse la chaqueta en actos sociales importantes.
Como todas las prendas masculinas, se abrochan de izquierda a derecha, al contrario que las de señora que lo hace de derecha a izquierda. Pues bien, esto se debe a que los hombres antiguamente podían desabrocharse la camisa con la izquierda, mientras que las mujeres sostenían el niño con la izquierda y se desabotonan con la derecha.

Bien, con esta prenda podemos observar que en la actualidad es utilizada, por hombres y mujeres, cumpliendo con la misión principal de cubrir el torso y además dar un toque de distinción y formalidad a nuestra apariencia.


El Pantalón

Las primeras referencias arqueológicas del uso de pantalones proceden de la cultura celta, hace unos 2.600 años. Poco después, los pueblos germanos adoptaron esta vestimenta, que la teñían y adornaban con rayas y cuadros. Los romanos consideraron los pantalones un atuendo propio de bárbaros, y su uso fue prohibido hasta el año 400.
El pantalón tal como se conoce actualmente apareció en 1930, su nombre se atribuye a San Pantaleón, médico, mártir del Siglo IV y Patrón de Venecia. Hace más de cuatro mil años los nómadas de Centroeuropa llevaban bombachos atados a la cintura. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial el pantalón era utilizado sólo por hombres, las primeras mujeres que utilizaron esta pieza eran muy mal vistas por la sociedad.
Cuando realmente se comienza a ver mujeres vestidas con pantalones fue durante la II Guerra Mundial. Mientras que sus maridos combatían, las mujeres tuvieron que ocupar sus puestos en las fábricas y otros trabajos, y fue entonces cuando decidieron usar pantalones. En éste sentido, la necesidad imperó por sobre la moda o aspiraciones estéticas.

La Falda

La falda es una pieza de vestuario que existe desde hace miles de años. Se utiliza desde las primeras civilizaciones y no era solo una prenda de mujeres. Anteriormente era utilizada por ambos sexos. Los asirios, sumerios y egipcios, hace unos tres mil quinientos años, ya utilizaban la prenda hoy conocida como falda.
La historia de la falda es la de un progresivo alargamiento, mientras la falda pantalón egipcia de hace tres mil quinientos años, estaba hecha con un simple retalón de lino. Originalmente la falda en Egipto era pieza unisex, que subía por encima de la rodilla para los hombres y caía hasta los pies para las mujeres.

Con sólo evaluar estas tres piezas tan comunes, hemos podido observar que la ropa se desvió de su propósito inicial de proteger nuestra piel de las inclemencias del clima y cubrir nuestra desnudez, llegando a convertirse en objeto imprescindible para desarrollarnos en la sociedad con seguridad, comenzando en las civilizaciones antiguas, en las puesto que la apariencia genera la primera impresión al conocer otras personas y por supuesto, queremos que esa primera impresión sea positiva. Pero, ¿Quién dicta qué se ve bien y que no?
Como se comentó al principio, los medios de comunicación difunden tendencias. Artistas de cine, asiduamente proponen estilos que son adoptados por sus seguidores, ciegamente, sin importar que mensaje transmitan. Vestimentas reveladoras que no dejan nada a la imaginación, son usadas por chicas muy jóvenes, que pretenden verse más maduras, sexualizándose antes de tiempo, tentando y cediendo a la tentación, lo que obviamente ha traído consecuencias devastadoras: embarazos precoces, enfermedades, violaciones, relaciones extra matrimoniales, entre otras. La cuestión con la idolatría, es que nos olvidamos de los valores y demostramos una personalidad libertina, evidenciada a través de la ropa, para encajar en el mundo actual. Preferimos servir a la moda, que a Dios. NO tendrás dioses ajenos delante de mi (Éxodo 20:3)
Hasta aquí todo claro. ¿Pero que sucede en las iglesias?, ¿Cómo se ha adaptado la espiritualidad al tema de la vestimenta?
Constantemente en muchas iglesias de índole conservadora, se insta al uso de la falda, como prenda principal de la mujer, tachando al pantalón como una pieza específicamente masculina, alegando que los hombres no deben usar ropa de mujer y viceversa (Deuteronomio 22:5. No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que hace esto).
Perfecto… Pero… ¿Cuál era la vestimenta en la época antigua en la que fue escrita la Biblia? ¿Cómo se diferenciaban las mujeres de los hombres?
La túnica (impropiamente traducido «saco») era una camisa que se usaba junto al cuerpo. Se hacía de piel, tela de pelo, lana, lino, y en tiempos modernos usualmente de algodón. La forma más sencilla era sin mangas, y llegaba hasta la rodilla y algunas veces al tobillo. La gente «bien» la usaba con mangas y hasta el tobillo, tanto las mujeres como los hombres las usaban. Si tomas en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás, porque sólo eso es su abrigo, el vestido para cubrir su cuerpo. ¿Con qué dormirá? Y cuando él clame a mí, yo le oiré porque soy misericordioso (Éxodo 22: 26,27).
Volvemos entonces al tema de que la ropa, es sólo para cubrir el cuerpo, y que ha adoptado por diversas circunstancias, otros propósitos. El mundo avanza, se moderniza. Amplía la comodidad (no podríamos imaginarnos usando una pesada túnica si habitamos en Maracaibo, Venezuela). Por lo tanto, si los hombres actuales han adoptado el pantalón, aun siendo una pieza ajena a las que se usaban en la época de Jesucristo ¿Qué pasa con las mujeres? ¿Acaso los pantalones y las camisas no son versátiles, diferenciándose los diseñados para las damas, de aquellos utilizados por el género masculino? De esta forma aclaramos que aunque la mujer use pantalón, no está vestida como hombre.
Haré una pregunta mejor: ¿Por qué la fijación al tema de la ropa? ¿Acaso Dios mira el exterior en lugar del corazón? ¿Que Cristo naciera en un pesebre, no aclara el mensaje divino de que lo que menos importa son las cosas materiales?
Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, 1 Timoteo 2:9


Ataviarse decorosamente implica variantes que debemos entender:
Si nos adentramos en el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra decoro tiene varias connotaciones: pureza, honestidad, recato. Si observamos con detenimiento, esto tiene mucho que ver con la decencia y la moralidad sexual, porque se trata de no mostrar el cuerpo deliberadamente. Evitar la utilización de prendas que inciten la sexualidad, como pantalones o faldas demasiado ajustados, mini faldas, lycras, blusas transparentes, shorts diminutos, pantalones excesivamente rasgados, entre otros, ayuda a no atraer personas, pensamientos o situaciones que nos desvíen de nuestro propósito como cristianos. Dios conoce nuestras necesidades. Él sabe nuestros más internos pensamientos e intenciones. Si no tienes dinero para disponer de nuevas prendas que afiancen tu apariencia exterior en el servicio cristiano, comprenderá y te dará lo que requieras en el momento indicado. Pero debemos entender que el cambio es interno primeramente, sin ese cambio, serás alguien con apariencia de piedad, sin el corazón del Padre. Puedes ser pobre y no tener grandes cosas materiales, y servir a Dios enteramente y adorarlo en Espíritu y verdad.
Conocer a Cristo, es una de las sensaciones más bellas que puede experimentar un ser humano. Saber que bajó de lo alto para vivir con nosotros, en las condiciones más humildes que pudiéramos imaginar, evidencia el gran amor que nuestro Padre nos profesa. El corazón se conmueve a tal punto, que se abre a emociones nuevas, nos vuelve compasivos, amables, generosos, honestos. La soledad ya no es problema, porque sabemos que El camina a nuestro lado. Y al evaluar su sacrificio, contemplamos la protección y misericordia que nos cubre como un manto suave y cálido.
Cuando abrimos la puerta de nuestro corazón al Padre, es EL quien nos guía, quien nos cambia, quien nos purifica. Y así, poco a poco, adoptamos conductas diferentes, aferrándonos cada vez más a la creencia y la esperanza bíblica. El decoro al vestir, es una de esas conductas nuevas, porque nos percatamos de que no necesitamos mostrar el cuerpo para ser aceptados, sino que el buen ejemplo basado en una buena conducta, basta para ser “tierra deseable” a los ojos de los demás.
Las iglesias actuales, discriminan y juzgan la apariencia de los recién llegados creyentes. El hecho de que una persona pise una casa de oración y de alabanza a Dios, por el motivo que sea (lo invitó un vecino, un familiar o simplemente pasó por allí y sintió la curiosidad de entrar), ya evidencia que esa persona tiene el llamado espiritual. Que algo en su alma lo dirige a ese lugar. Y ese algo es Jehová. Imagínese el lector, qué ocurre cuando inmediatamente al entrar, el pastor de la iglesia comienza a hablar de la apariencia (el pantalón, la camisa, el arete, la pintura de labios), obviamente esa persona se sentirá atacada, criticada y el efecto de esa situación lo terminará frustrando a tal grado, que no querrá asistir a otra iglesia.
Volvemos al hecho de que el hombre no cambia a nadie, solo el poder de Dios lo hace. Una falda no hace la diferencia, una túnica tampoco, y menos un pantalón. Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado (San Juan 13:34).
El deber del cristiano, es dar las buenas nuevas a todos sin excepción. Recordemos que Cristo vino por las ovejas perdidas, que comía con los publicanos, con las prostitutas, con los cobradores de impuestos. Los sanó, los perdonó y los transformó en nuevas criaturas. Eligió un perseguidor como Saulo y lo convirtió en un defensor inefable del Evangelio. Perdonó a Pedro, a pesar de que este lo había negado tres veces y pidió al Padre que perdonara a aquellos que lo azotaban y torturaban. Así que, ¿Quiénes somos para juzgar? Recibamos a nuestros hermanos con gozo y seamos uno en Cristo Jesús, que Él se encargará de lo demás… A través de Su Palabra.

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