Amigo lector, gracias por disponer tu corazón en esta sección, con la convicción de recibir una palabra para meditar en Cristo Jesús.
Recordemos en este breve momento la promesa que el rey David hizo a Dios en el Salmo 101, en el que el Señor responde los últimos versos de este capítulo en particular. Tómate tu tiempo de leer este himno de David y te darás cuenta como sincera sus palabras, es claramente una oración con compromiso.
Dios mío, tú eres justo y fiel; por eso quiero cantarte himnos. ¿Cuándo vendrás a visitarme? Quiero vivir una vida correcta y demostrar en mi propio palacio que no guardo malos pensamientos.
Salmos 101:1-2 TLA
El salmista exclama su deseo de obediencia y promete aborrecer el pecado en su palacio, demanda limpieza en su corazón e invita al Padre a agradarse de su vida justa.
Recuerda esto muy bien y es que cuando involucramos a Dios a nuestra vida se nos quita la venda de los ojos y entendemos qué es bueno y qué es malo. Si dispones tu corazón e invitas al Espíritu Santo, Él te va a indicar si algo que vas a hacer o hiciste estuvo bien o no, porque así lo ratifica en sus escrituras, donde dice que si alguno está en Cristo nueva criatura es.
Ser cristiano lleva, como todo, un proceso y el de todos es diferente. Si ves a otros que con muy poco tiempo ya están sirviendo en la iglesia y tú no, no te vayas a desanimar, sólo permite que Dios sea el que guíe tu camino. Recuerda que en la creación hay muchos frutos y unos demoran más que otros en germinar, además de que unos son más jugosos.