Cuando cumplió Cristo la misión que el Padre había encomendado, cambió su casa para habitar ahora en el corazón de los que en él confían verdaderamente.
Pero para vivir en una casa nueva, el Señor en su perfección, nos ha enseñado a través de la historia que es un Dios de orden y sensible a quienes con autenticidad le claman. Así es como en el antiguo testamento su presencia habitó por orden suya en tierra santa, el Tabernáculo y el Arca del pacto.
En el nuevo testamento, él pide corazones limpios como en la iglesia primitiva. En ese tiempo, los apóstoles eligieron cuidadosamente siete diáconos para servir en la obra, entre ellos la palabra destaca a Esteban, un joven con un corazón humilde y puro. Esteban hacía prodigios y señales, pero fue injuriado por los envidiosos y enviado al concilio, quienes persiguieron a los primeros cristianos y le sentenciaron a muerte en el coliseo.
Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió. Hechos 7:55-60 RVR1960
En este devocional, Dios te llama a tener un corazón como el de Esteban y que prepares su habitación. A este joven no le importó lo que de él dijeron, ni la terrible tortura que sufrió, porque sus ojos estuvieron puestos en Jesús. Él sabía que seguiría viviendo con el Rey de Reyes aún después de la morir.