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Poema: La Cruz es símbolo de amor

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Por: Manuel Girón

La cruz es símbolo de amor,

sacrificio y redención.

 Símbolo de valentía, obediencia y eternidad.

No escatimaste ser como Dios,

decidiste dejar tu gloria y honor para morir por los pecadores.

Tú cómo Rey bajaste de los cielos y tomaste forma de hombre

con el fin de vencer en plenitud y gloria.

El amor pudo más que el dolor,

que la humillación,

que los golpes y el martirio,

que las ofensas y el peso del pecado

de todos los moradores.

Un amor sublime e incomparable,

nada en absoluto puede ser igual.

Siempre fuiste obediente,

Admirable Consejero,

Príncipe de Paz, Padre Bueno,

Cordero de Dios, Precioso Señor,

por amor diste tu vida.

Oraste al Padre en el Getsemaní

y allí exaltaste sobre tu situación

de temor por las cosas que se venían

en tu vida.

Pero fuiste obediente hasta morir.

Sudaste sangre, te sentías angustiado,

pero continuaste con el proceso.

Con mucha valentía y certeza,

pensaste en mi sin yo merecerlo.

«Mi alma está muy triste hasta la muerte»,

fueron palabras que mencionaste;

«Abba Padre, todas las cosas son posibles para ti;

aparta de mí esta copa;

más no lo que yo quiero, sino lo que tú».

Tu clamor salió de lo más profundo del corazón,

un dolor que no merecías padecer.

¡Señor como no amarte, si primero me amaste tú!

¡Que devoción tan inimaginable, gloriosa,

magestuosa y preciosa!

Un amor que no puede compararse con nada en absoluto.

Luego, fuiste traicionado por aquel hombre

que decía ser tu amigo y sin embargo,

le amaste.

Ese mismo hombre te entrego a los inicuos

por un par de monedas.

Un amigo más te nego tres veces.

Te llevaron al juzgado y allí te hicieron terribles cosas

que ninguno de nosotros soportariamos por los demás;

te abofetearon y dijeron palabras hirientes hacia ti;

te azotaron  con flagelos y con sus garras de hierro

desencarnaron tu piel;

con vara de abedul te golpearon tu rostro.

 Te hirieron todo tu cuerpo Señor,

hasta el punto de marcarte

y tu sangre preciosa salía de ti muy fluida,

y todo lo soportaste  por amor.

Te colocaron una corona de espinas en tu cabeza

de forma burlesca y ofensiva,

clavándose las espinas en tu frente;

mientras entraba cada espina, tu sangre salía

y recorría tu rostro y con angustia, fatiga y dolor,

soportabas.

Abusaron de tu ser, de tu inocencia,

de tu magestad, y todo lo permitiste por amor a la humanidad.

Te escupieron en tu rostro Señor,

sabemos que es una ofensa tan denigrante

cuando sucede está acción tan despiadada,

tu solo seguías adelante, perdonando todos

los actos desmedidos que se cometían hacia tí.

Te colocaron una cruz en tu hombro, que era símbolo

de muerte y de maldición.

Te colocaste en el lugar donde  mereciamos estar.

Allí pagaste por nuestra transgresión,

en un lugar escalofriante,

con olor a muerte y desidia.

Te clavaron manos y pies en aquel madero que respresentaba muerte,

humillación y  condena.

Tus heridas no paraban de sangrar,

tu alma estaba triste y abatida.

Pudiste vivir la soledad, la desigualdad hacia ti,

sin poder impedirlo, aguántaste mi Señor.

El frío y la soledad apremiaban largas horas

de sufrimiento, mientras repartían tus ropas frente a ti,

cómo si fuese un juego macabro.

Amor bonito, ternura celestial, supremo redentor,

siento que no tengo más palabras

para expresar lo que viviste ese día.

Cundo vino la hora sexta,

llegaron las tinieblas sobre toda la tierra

y en la hora novena, clamaste al Padre

con palabras de dolor profundo:

«Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?

(Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).

El dolor de la soledad estaba en tí.

Fielmente venciste hasta el fin de la obra maestra.

Unigenito de Dios,

Señor de Señores,

Redentor, Sublime, Misericordioso,

diste tu vida para que yo viviera en la eternidad.

Resucitaste en Gloria;

¡Día Glorioso!

Venciste al pecado, a la muerte, a principados, a potestades,

venciste al maligno, al mundo.

Y te sentaste a la diestra del Padre,

venciendo con gracia sublime.

Hermoso Señor,

tu sangre me hizo libre y me hizo ser hecho

Hijo de Dios al aceptarte cómo mi Señor.

Por tu gracia fuimos salvos y no habrá

nada que lo impida.

Entonces,

¿Qué significa la cruz?

Sacrificio, honor, lealtad,

compromiso, obediencia, pureza,

valentía, gallardía y sobre todo,

un símbolo de amor.

Estás palabras las he escrito con lágrimas en mis ojos,

con amor que me ha dado El Espíritu Santo.

Sentir, vivir, llorar,  es lo que he hecho en estos momentos

de escritura.

Tu resplandor ha hecho posibles cambios en mi ser,

y quise plasmar con humildad tu obra majestuosa  desde lo más profundo de mi corazón.

Te amo Jesús. Cuan hermoso es tu nombre.

Manuel Girón
Manuel Girón
Cristiano. Periodista venezolano, amante de la escatología, letras y filosofía.

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